viernes, 21 de mayo de 2010


Mi 1ª vez en la Hiruela:
Como cada 1ª vez que toca visitar algo nuevo, uno al principio está algo nervioso, se siente desubicado, no se localiza bien o está un poco desorientado. He de reconocer que alguna de estas sensaciones se me pasaron por la cabeza al empezar el viaje, ya que no solo era un lugar nuevo, sino que además íbamos con otro grupo más a parte del nuestro, los peques. Pero la verdad es que, después de un viaje no muy alborotado y con alguna que otra curva de más, me deslumbró un pequeño pueblecito con unos preciosos paisajes: La Hiruela. Nada más bajarme de la furgoneta este pueblecito me transmitió una sensación de paz y tranquilidad que duraría escasos instantes hasta que los chavales lograran deshacerse de sus cinturones y empezaran a corretear y gritar por el entusiasmo de regresar a su querida Hiruela. Aquí empezaba mi nueva aventura.
Bajamos las cosas de la furgoneta, deshicimos los equipajes, y a los chavales les dio tiempo a jugar al fútbol y correr un rato para perder la energía acumulada. Me di una vuelta por el pueblo con el grupo de peques y Sheila, para ir conociéndoles e ir conociendo el pueblo, que me pareció muy chulo con sus casitas de piedra y el campo, muy verde por las abundantes lluvias de este último invierno. Los peques muy revoltosos pero, personalmente, más fáciles de controlar que los medianos 1.
Esa noche cenamos, vimos una peli y nos fuimos a la cama con ganas de empezar el sábado. A la mañana siguiente, desayunamos, nos arreglamos un poco y nos aventuramos al río con el aviso de algunas nubes de que pudiera llover, que luego resultarían ser 4 gotillas. Ya en el río, peques y medianos 1 estuvieron muy divertidos, jugando juntos y pasándolo genial. Entre el frío y las nubes nos volvimos a casa, comimos y por la tarde los medianos 1 nos habían preparado una ¡Supergymkana! Estuvo muy divertido y los peques disfrutaron y se rieron mucho. Más tarde jugamos al fútbol y al rugby, con el único objetivo de pasarlo bien, y nos fuimos a la duchas. Después de la exquisita cena de Raúl hicimos unos jueguecillos por el pueblo y nos fuimos a la cama tras un día agotador. A la mañana siguiente desayunamos, recogimos toda la casa, jugamos un poco al baseball y de vuelta a Madrid.
Ya solo me queda por decir lo bonita que me ha parecido esta experiencia por la felicidad transmitida, por la ilusión y por el empeño con el que se han hecho las cosas y por todas esas pequeñas muestras de cariño que se me han mostrado a lo largo de todo el fin de semana. ¡Muchas gracias!

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